En el laberinto de la memoria farandulera, resurge un episodio que marcó a fuego la trayectoria de Pamela Díaz: el caso de las joyas supuestamente sustraídas a la familia del empresario coreano Boung Soo An, un enigma que la vinculó a la justicia tras brillar con ellas en la pantalla chica. Aquel destello público de las alhajas desató una tormenta mediática que la llevó a declarar voluntariamente ante las autoridades.
En la intimidad del pódcast Entre Amigas y Copas, conducido por Carla Jara, Pamela desempolvó los recuerdos de aquel torbellino, reviviendo el instante en que Carabineros irrumpió en el set del reality La Granja VIP para llevársela, un arresto incomprensible en medio del encierro televisivo. «Del reality me sacaron presa, y yo no entendía qué pasaba. Me llevaron directo a Canal 13 a entrevistarme con Sergio Lagos en Encuentros Cercanos», confesó, evocando la angustia de aquellos momentos donde su único anhelo era contactar a su familia, mientras el escándalo crecía como una marea imparable.
La Fiera desentrañó el origen de la controversia, señalando a su entonces pareja, el futbolista Manuel Neira, como el eslabón inicial de la cadena. Según su relato, Neira adquirió las joyas sin sospechar su turbio origen, movido por una supuesta necesidad económica de un familiar de un deportista conocido. Sin embargo, la revelación más sorprendente fue el destino final de las joyas: no eran un obsequio para ella, sino para la amante de Neira. «La hueá fue súper heavy. Yo soy de callarme muchas cosas… él era mi pareja en ese momento y cómo lo iba a cagar», confesó con crudeza.
Paradójicamente, de la amarga resaca del escándalo emergió una inesperada oportunidad. Tras probar su inocencia y recuperar su imagen pública, Pamela se convirtió en rostro de la prestigiosa marca de joyas Barón. «Ahí empecé a entender que de todas las cosas negativas, vienen positivas», reflexionó la animadora, demostrando su habilidad para transformar las sombras del pasado en nuevas luces en su camino profesional.