Un manto de preocupación, denso como el humo que lo genera, se cierne sobre el sector sur de Villa Alemana. Los residentes, especialmente aquellos que colindan con la serenidad del Cementerio Parque del Sendero, alzan la voz ante la presencia de un nuevo vecino: un crematorio que, según denuncian, expele intensos olores y una humareda persistente, perturbando la calma del barrio.
La paciencia vecinal parece consumirse tan rápido como los cuerpos en el interior del recinto. Calificando la situación de «insoportable», los habitantes relatan cómo el aire que respiran se impregna del efluvio de las incineraciones, un intruso invisible que erosiona su calidad de vida día tras día.
La alarma se intensifica al considerar la peculiar vecindad del crematorio con el flamante hospital de Villa Alemana, una proximidad que enciende las alertas sanitarias y ambientales entre vecinos y activistas.