En un giro que revela las profundidades de una psique perturbada, Diego Soto Montero, el joven de 25 años cuyo nombre se vinculó a la profanación de tumbas en el Cementerio General, fue hallado bajo resguardo médico en un hospital psiquiátrico. Entre los actos vandálicos que se le imputan, resuena con crudeza la profanación del mausoleo de Salvador Allende, un sitio de profundo significado histórico y simbólico dentro del camposanto. La noticia de sus actos desató una ola de repudio e indignación en la comunidad, dada la gravedad de la afrenta.
La investigación policial, liderada por la PDI, condujo a un allanamiento del domicilio de Soto, donde se encontraron diversos restos óseos, añadiendo un macabro hallazgo al caso. La confirmación de que uno de los cuerpos ultrajados en los videos que circularon viralmente corresponde a la doctora Ernestina Pérez, pionera de la medicina femenina en Chile y Sudamérica, profundizó aún más el impacto social y la consternación generada por este suceso.
En un intento por mitigar la polémica, la familia de Diego Soto rompió el silencio a través de un comunicado leído por una prima, ofreciendo disculpas públicas por el profundo malestar causado. En su declaración, revelaron que Diego ha estado luchando contra una severa depresión durante varios meses, un padecimiento que habían mantenido en la esfera privada. Además, hicieron una sorprendente revelación: el joven consideraba su último acto de profanación como una peculiar forma de “intervención artística urbana” y una suerte de adiós.