Giro inesperado en la teleserie de Providencia. Cuando las pantallas de Canal 13 reventaron con las imágenes del furibundo ataque de una mole motorizada contra un humilde Suzuki, la indignación colectiva apuntó al conductor de la camioneta. Pero la historia, como suele ocurrir, guardaba un revés inesperado: el pequeño auto blanco no era de quien lo conducía.
Desde las líneas telefónicas del matinal, la verdadera dueña del maltrecho vehículo, descorría el velo del misterio, dejando a la audiencia con la boca abierta. «Estamos en shock», confesó. El Suzuki, explicó, era arrendado por días a Marcelo, un hombre que hasta el fatídico incidente se había mostrado como un inquilino ejemplar. «Lo arrendamos hasta ayer sin ningún problema», añadió, pintando un retrato de normalidad que se hizo añicos en un estacionamiento.
La mujer describe a Marcelo como una persona «responsable y tranquila», un contraste abismal con la furia desatada que quedó registrada en video. Ahora, la incertidumbre la embarga. Cómo proceder cuando el agresor no es el dueño del vehículo y el seguro de la imponente Mahindra no lleva su nombre. «Estamos atados de manos», lamentó, revelando que el modesto Suzuki cumplía una misión crucial: financiar los estudios universitarios de su hijo. Un revés que golpea doblemente a su economía familiar.
Ante la urgencia de la situación, el panel del matinal recurrió a su experto legal. La recomendación fue contundente: interponer una denuncia ante Carabineros. El video del incidente, subrayó el abogado, se erige como una prueba irrefutable que podría allanar el camino hacia un «acuerdo reparatorio». En medio de la sorpresa y la incertidumbre, la historia del Suzuki atacado da un vuelco, revelando las complejas aristas de un conflicto que va más allá de un simple altercado vehicular.