En el laberíntico caso ProCultura, la psiquiatra Josefina Huneeus emerge como una pieza clave, desgranando ante la PDI y el fiscal Soto un testimonio revelador fechado en noviembre de 2024. Su relato pinta un retrato íntimo de la fundación y el ascenso de su exesposo, Alberto Larraín, quien llegó a ProCultura en 2009 de la mano de Ilonka Csillag, marcando los inicios de una gestión centrada en la cultura y el patrimonio.
Huneeus traza una línea clara: ningún vínculo formal ni económico la unió jamás a ProCultura. Si bien conoció a los protagonistas del entramado, se mantuvo al margen de sus actividades y viajes. Los únicos flujos de dinero que recibió de Larraín, precisa, correspondieron a la pensión alimenticia y a la liquidación tras su divorcio en 2021, desdibujando cualquier conexión financiera con la fundación.
Al descorrer el velo del funcionamiento interno, Huneeus describe un feudo liderado por Larraín, el «Napoleón» de ProCultura, cuya voluntad era ley. El directorio, según su testimonio, era una mera formalidad, un «director de papel» sin injerencia real. Las decisiones fluían a través de María Constanza Gómez, con el respaldo incondicional de Larraín, quien hacía oídos sordos a cualquier otra opinión.
Huneeus ilumina las conexiones políticas de Larraín con el Presidente Boric e Irina Karamanos, nacidas en el fragor de la política, donde Larraín asesoró al entonces candidato en temas de salud mental. Niega categóricamente que su exesposo fuera el psiquiatra de Boric.
Finalmente, comentó que «hay un funcionario de ProCultura, un estafeta y chofer, de nombre Enrique, quien hacía las veces de asistente personal de Alberto en horario hábil e inhábil. Además, los viajes a Isla de Pascua, fueron dos veces en años consecutivos durante el mes de enero del 2022 y 2023 por un periodo de un mes, y en el segundo viaje lo hicieron en categoría business con la nana Magaly Fernández y la pareja de Alberto, Sebastián Balbontín. De este segundo viaje fue el que Alberto me comentó que devolvió los fondos».